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martes, 3 de enero de 2012

CAPÍTULO 1: NUEVOS ELEGIDOS

CAPÍTULO 1: NUEVOS ELEGIDOS
El vacío se extiende hasta mucho más allá de lo imaginado. Y sin embargo, todo está restringido, todo está limitado. Unas barreras indefinibles separan la realidad de su propio universo y la aíslan para que no pueda llegar a escapar jamás. Allí, el tiempo deja de ser un paso continuo y arrastra al morador de esta nueva realidad sin descanso, sin dejarle ser consciente de cuántos días, meses, años han pasado en realidad desde que, a la fuerza y contra su voluntad, le introdujeron en ese agujero apartado del resto del mundo.
Todo parece eterno, estático, en un equilibrio perfecto e inamovible que le condena y le ata. Es la imposibilidad de escapar lo que te mata por dentro en una prisión así. Pero cuando un corazón tiene la determinación de escapar, nada – ni siquiera la prisión más perfecta jamás ideada – puede retenerle.
Hace uso de su fuerza, de un cúmulo de odio y energías que durante un tiempo indeterminado ha conseguido almacenar en su putrefacto corazón. En el vacío brilla la decisión en unos ojos felinos e inteligentes, sabiendo que su libertad queda cerca. Muy cerca. Solo necesita una cosa:
Alguien que rompa el equilibrio.


***


En un lugar del misterioso e infinito espacio se encuentra Shoz, una pequeña ciudad, la sede del bien, suspendida en medio de la nada. Un lugar en el que vive la magia más blanca y pura. Un lugar en el que los elegidos con el don mágico aprenden a usar su poder. Eso sí, cualquiera no puede entrar. Este lugar es gobernado por la irav Shaira desde hace casi doscientos años.
-Casi doscientos años aquí… y este va a ser el día más difícil de mi gobierno – pensó Shaira con tristeza, mientras enrollaba en su dedo índice un mechón de pelo – Ha pasado tanto tiempo… ¿cuánto, hermana? ¿Ochenta y siete?
Habían pasado ochenta y siete años desde que Shaira dejó de sentir la esencia de su hermana Shina en el corazón de Shoz, en la prisión más segura: un cofre de piedra mágico. Y sin embargo, un día, ochenta y siete años atrás, el cofre desapareció sin explicación. Shina había desaparecido del gigantesco mapa de almas de Shaira. La irav tenía la capacidad de saber dónde se encontraba cada persona del mundo, y no encontraba a su hermana. Desde aquel día había vivido con el temor de que regresara.
Se levantó del suelo, arrastrando el vestido blanco que llevaba, y llamó su amiga Guna para pedirle que convocase a todo el mundo en la Gran Sala de Shoz. Una petición tan precipitada sorprendió a la candidata a futura irav, pero Shaira intentó calmarla con una agradable pero falsa sonrisa.
Tras apenas media hora de espera, uno de los ángeles de Shoz le indicó que todos los habitantes se encuentran ya en la Sala esperándola. Shaira inspiró profundamente y se dirigió allí, escoltada por sus doce ángeles. Todos: estudiantes y maestros de magia, los futuros iravs, los Guardianes… Todos estaban allí. Tragó saliva y se dirigió a ellos:  
-Queridos amigos y compañeros, tengo que daros una noticia importante – comenzó a decir Shaira, con calma y tranquilidad, intentando suavizar la tensión presente en la Sala –. Tras muchos años desconociendo el paradero de Shina, tengo que deciros que ha vuelto a aparecer. Y si ha aparecido, es porque va a regresar. Dentro del Cofre de la Oscuridad es fuerte y dentro de poco lo dejará y será libre – el pánico se dispersó por la Sala. La gente gritaba, maldecía, lloraba… Shaira alzó las manos pidiendo silencio –. ¡Calma, por favor! Ya la encerramos una vez, podemos volver a hacerlo…
-Sí, ya se ha visto. La encerramos una vez, pero dentro de nada volverá a estar libre, ¿y qué pasará? ¿Volveremos a luchar, a ganar y después ella volverá a liberarse? Así nunca acabaremos – Shaira suspiró. Ninz, el joven que había hablado y había alterado a todos con sus palabras, conseguía acabar siempre con sus nervios. Era otro de los candidatos a irav, y Shaira rogaba cada día que no llegase al poder.
-Cálmate, Ninz – le ordenó, dirigiéndole una mirada severa –. No he acabado todavía – de fondo, Shaira oyó a alguien decir “¿Es que todavía hay más?”. Inconscientemente asintió mientras seguía hablando –. Shina ha llegado a Go.
De repente, todo el mundo contuvo la respiración. Aquello era demasiado. 
-Pensémoslo bien – prosiguió la irav sin hacer caso de los susurros plagados de dos nombres: Shina y Eclipse –. Los talismanes están listos para entrar en acción desde hace años. Con los nuevos Elegidos podremos solucionar dos problemas: Shina y el reinado de Eclipse.
Eclipse llevaba siendo uno de los quebraderos de cabeza de Shaira desde hacía catorce años, los mismos que habían pasado desde que dejó de ser una Elegida. Tal vez por fin se acabara su problema.
-¿Estamos todos a favor de liberar los talismanes? – preguntó Shaira. Las manos de todos los presentes se levantaron, indicando su aprobación. La irav les indicó a sus ángeles con un gesto que abrieran las puertas.
Los doce ángeles se dirigieron a las gigantescas y pesadas puertas de oro macizo que presidían la Sala. Tiraron todos a la vez y las puertas se abrieron, dejando salir los talismanes e inundando la estancia de luz. Shaira contó que eran cuatro y los observó volar en círculos por la sala. Un rayo dorado, símbolo de la energía, la luz y el tiempo atmosférico; un pequeño tornado de plata, simbolizaba el poder del viento, y también la tierra; una llama de un naranja intensísimo, fuego sin duda, aunque también el agua. “Curiosa paradoja”, pensó Shaira. Por último, se fijó en una víbora blanca, colocada en forma de S.
-A ti ya te conozco, pequeña. Cuida de tus compañeros, has sido educada para eso – pensó la irav, con una sonrisa en los labios.
Cuando los Elegidos recibieran los talismanes poseerían todo el poder que estos habían acumulado durante sus catorce años de letargo. Entonces lucharían por Shoz, por acabar con la amenaza de Shina, terminar con el reinado de Eclipse y defenderían allá donde fuesen los intereses de Shoz: paz y tranquilidad en todos los mundos.  
Tras pasar unos instantes dando vueltas por la Sala, los talismanes salieron por una ventana y se dirigieron a la zona de pasadizos de mundo a mundo. Revolotearon alrededor de ellos, como si dudaran de cuál escoger. Finalmente se decidieron y desaparecieron por uno.
-¡No! ¿Qué están haciendo? – gritó Ninz –. ¡Se dirigen a la Tierra!
-Vamos Ninz – dijo con calma Shaira –, no pasa nada. Hace 1000 años hubo Elegidos terrestres y...
-Fracasaron – le interrumpió de nuevo Ninz – Os advierto a todos, los humanos no podrán acabar con Shina, no confían en la magia. En su mundo no solo no existe la magia, ¡sino que está mal vista! No la aceptarán, y no podrán cumplir con su tarea. Estamos tirando por la borda un poder que nos sería muy útil en caso de que Shina regrese aquí para atacar.
Guna, observaba desde cerca a su competidor con mala cara. “Siempre pensando en poder… Lo quieres para ti. Ni siquiera has dejado que los Elegidos demuestren su valor. Estoy segura de que tienen el talento suficiente para darte un par de patadas…”, pensaba cabreada.
-Es cierto que fracasaron pero si los talismanes los han elegido es porque son las herederas de nuestra magia y hay que dejar que cumplan su misión. Solo podemos confiar en que la cumplan de forma adecuada y que no se pierda ninguna vida – sentenció Shaira, clavando en Ninz sus ojos blanquecinos. Éste agachó la mirada y se sentó en su sitio calladito. “Se sumiso ante tu superior”, se dijo, “demuéstrales a todos que puedes obedecer.” Ninz sabía perfectamente que no caía muy bien a algunos en Shoz por cuestionarlo todo. “No discutas nada. Sabes que nadie podrá con Shina…”


Lejos, lejos, muy lejos de allí se encontraba Go, un pequeño pero poderoso continente en otro mundo. Allí tendría que reinar una bondadosa reina, pero no era así. Una de sus hermanas mayores había usurpado el trono enviando a su legítima reina a un lejano planeta llamado la Tierra. Eclipse de Sol era el nombre de esta tirana y para ella gobernar y hacer sufrir a su pueblo era un juego, pero a la vez era peligroso porque no tenía el suficiente poder mágico. Había pensado en llevar a Go de nuevo a su hermana, y ya tenía tras su pista a alguien.
Un día, se estaba relajando en lo alto de la torre norte del castillo. Las reuniones con los consejeros del reino eran estúpidas y agotadoras; eran lo peor de ser la reina. A lo lejos se asomaban los picos de los Anillos: el Anillo de Hielo, el Anillo de la Luz y el Anillo del Fuego. Los miró anhelante. “¿Cuándo vas a volver…?”
Sintió una presencia tras ella. Enfadada por ver interrumpidos sus pensamientos, le preguntó:
-¿Qué quieres?
-Ha aparecido algo extraño en los sótanos del castillo – la voz fría de su interlocutor seguía sorprendiéndola.
-¿Y qué? Deshazte de eso – le dijo haciendo un gesto con la mano para que se marchara. Él no se movió.
-Nadie puede acercarse. Nos echa hacia atrás – Eclipse se volvió hacia él, buscando una respuesta en sus ojos verdes –. Es un cofre de piedra. Lleva escritas en relieve letras que nunca había visto. He supuesto que os interesaría.
-Y me interesa – sonrió Eclipse –. Gracias por avisar.
El joven inclinó ligeramente la cabeza y se fue. Eclipse todavía permaneció unos instantes allí en la torre; después bajó a los sótanos.  
Allí encontró el cofre, custodiado a unos metros de distancia por cuatro guardias.
-Podéis iros, yo me ocupo de esto.
Los hombres se alejaron aliviados de no tener que permanecer más tiempo cerca de aquel cofre siniestro. Eclipse lo estudió en la distancia. En efecto, las letras y símbolos que había en el cofre eran de lo más extraño. Sin embargo, le sonaban. Los había visto hacía algo más de catorce años, en Shoz.
-¿Me mandan un cofre del tesoro desde Shoz? – se rió, escandalosamente mientras se acercaba al cofre –. ¡Ah! – dejó de reírse en cuanto sintió como todo su cuerpo se convulsionaba al atravesarla un violento calambrazo. Eclipse miró con ira el cofre.
Se preguntó qué clase de tesoro estaba protegido con semejante magia. Se armó de valor y se rodeó con un escudo protector. Dio un paso al frente y no sintió nada. Otro más, cosquillas en las yemas de los dedos. Uno más, el pelo comenzó a electrizársele. “Solo dos pasos más…” Otro, y comenzó a sentir dolor. Con un enorme esfuerzo, dio el último paso y tocó el cofre. Un calambrazo mucho más violento que el primero la recorrió con crueldad mientras el cofre de piedra estallaba. Por suerte para Eclipse, su escudo seguía funcionando; fue eso lo que la salvó de morir aplastada por las piedras que salieron disparadas. Todo el sótano se llenó de polvo, pero Eclipse creyó ver una figura humana saliendo de entre las piedras. Cuando por fin pudo ver claramente, la reina se sintió profundamente decepcionada. Tenía ante sí a una mujer con un rostro demacrado, pero de figura elegante e imponente y que, en su juventud, debió de ser bella.
- No hay joyas, ni riquezas, ni armas, ni poderes… - se lamentó Eclipse, agotada.
-En eso te equivocas – le dijo  la mujer con voz ronca –, vas a tener poderes y muchos.
-Tú, ¿quién eres? – le  preguntó Eclipse a la mujer.
-Yo soy Shina. La hermana de Shaira – le contestó ella, diciéndolo todo con eso.


La vibración del poder liberado por Shina al escapar de su prisión se dejó notar en Shoz con una violenta sacudida. Todos supieron a que se debía, pero aun así, Shaira prefirió reunir a sus delegados para comunicarles la noticia. Se creó una atmósfera de pánico y caos, ya que nadie sabía lo que ocurriría a partir de entonces.
-El poder de Shina va a unirse al de Eclipse, ¿qué va a ocurrir ahora? – se preguntaban muchos.
-No podemos saberlo, pero que no os domine el pánico. Mantengamos nuestra confianza en que los talismanes hayan llegado a los Elegidos y que descubran sus poderes. Pronto tendremos noticias – dijo Shaira, con voz serena.
Las palabras de la irav calmaron los murmullos de la gente, pero no apaciguaron los temores interiores de sus corazones, que se encontraban asustados. Todos sabían perfectamente de que era capaz Shina, y nadie quería que el caos que produjo casi doscientos años atrás se repitiese.

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