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domingo, 20 de mayo de 2012

CAPÍTULO 16: VOLVEREMOS A ENCONTRARNOS


CAPÍTULO 16: VOLVEREMOS A ENCONTRARNOS
Furia se aseguró de que el pestillo del baño estaba echado y se acercó al lavabo, lleno de agua. Dejó que un suspiro se le escapara de entre los labios mientras colocaba las palmas de las manos sobre el lavabo. Estaba nerviosa. Pero Siril le había aconsejado que lo mejor que podía hacer era relajarse, no preocuparse y tomárselo con calma. Además le había dicho que cerrara los ojos para imaginar mejor lo que quería lograr.
Cerró los ojos e imaginó que el agua ascendía por tubos invisibles hasta mojar sus manos. Se concentró, lo deseó con toda su alma. Con lentitud, abrió los ojos, esperando ver agua flotando; sin embargo… no había agua.
-He vuelto a evaporarla… – resopló, abatida.
No movía el agua, ni la creaba, ni la congelaba; solo la evaporaba. Era frustrante. Utilizaba el fuego prácticamente sin pensar nada. Incluso aparecía a su alrededor sin que ella lo llamara; si se asustaba de su piel brotaban llamas que actuaban como una medida de defensa instantánea.
Tary dominaba sus poderes a la perfección, además era rápida y resistía bastante más que Furia y Ralta debido a sus años entrenándose para ser gimnasta rítmica. Como siempre, seguía siendo precisa y disciplinada, y eso hacía que las demás no notasen que se estaba forzando demasiado. Ansiaba perfeccionar sus poderes para poder ejecutar su venganza, aunque sabía que no podía luchar ella sola contra Shina, Eclipse y Kiv. Era este último hacia el que más odio sentía, ya que cada vez que se miraba los antebrazos recordaba su tortura.
Ralta también estaba progresando. Estaba aprendiendo a controlar mejor la magia que gastaba a la hora de atacar, aunque contaba con la ventaja de ser la que más rápido recuperaba la energía. Habían pasado dos semanas desde que Kiv la atacó y seguía preocupada por lo que Kiv le había dicho.
-¡Ayúdame, Ralta!
Aquel grito ahogado resonaba todavía en su cabeza. Había visto como sus ojos cambiaban de color y tenía la certeza de que no era él, de que algo le ocurría. Y por alguna extraña razón, tenía la sensación de que debía ayudarle a recuperarse.
Tal vez por eso se estaba esforzando en lograr un control tan perfecto de la magia como el de Tary. O tal vez por esa mirada severa que de vez en cuando ella les dirigía, como si quisiera exigirles que se pusieran a su altura.
En aquellas últimas dos semanas, todas se estaban esforzando mucho en mejorar, entrenando sin descanso. Ralta incluso se había arriesgado a probar su poder en público. Aquella semana iban a pasar las clases de educación física corriendo alrededor del patio, y Ralta odiaba correr. Había mirado a las blanquísimas nubes que cubrían el cielo y, apretando los puños, deseó que descargaran toda su agua con fuerza.
Y así había ocurrido. La clase de educación física quedó suspendida y todos pudieron volver a entrar en el instituto para resguardarse de la repentina lluvia.
Siril por su parte había dejado de ir a la universidad. Pasaba las mañanas en Shoz y por las tardes las ayudaba con sus entrenamientos de magia mientras les enseñaba las costumbres de Shoz. Cada día que pasaba estaba más segura de algo malo se avecinaba. Había compartido sus sensaciones con Shaira, y la Irav estaba totalmente de acuerdo con ella.  
-Hace pocos días sentimos desatarse una magia intensísima; mucho más fuerte que la que Shina provocar en su estado actual – le comentó Shaira –. Y no hay muchas personas con un poder semejante…
-Podría ser el mago “del baile de cartas”. Shina le buscaba, ¿no?
La Irav se quedó lívida.
-¿Cómo… cómo sabes de él? – preguntó, descolocada. Se suponía que Shoz se había deshecho de todo lo relativo a Elehdal para que nadie supiera de él y así mantener a la gente lejos de él. Nadie deseaba que otro miembro de Shoz le buscara y acabara infectado por las blasfemias del mago.
-Aparecía en un poema – Siril se lo recitó de memoria. Tenía aquellas palabras gravadas en la cabeza y se las repetía constantemente, buscándoles un significado –. ¿Realmente sucedió algo así? ¿Caos, asesinatos?
-Sí, pero es algo que ha querido borrarse de nuestra historia. Yo sé más bien poco sobre ese hombre. Y la persona que mejor le conoce es Shina – Shaira suspiró y dejó que sus brazos cayeran muertos a ambos lados de su cuerpo –. Si es cierto que esa magia surgió del mago, solo pudo ser por Shina. Y si Shina le ha encontrado no me cabe ninguna duda de que habrá absorbido parte de su poder.
-¿Shina puede hacer eso? – preguntó Siril, sorprendida.
-Ella se alimenta de la energía y el poder, pero no le durará mucho. Así que lo que esté tramando lo llevará a cabo dentro de pocos días. Y hay algo más – el rostro de Siril mostró desconsuelo –. Dentro de dos días las lunas de Go se alinearán.
-¿Y eso que quiere decir?
-Si Shina no estuviera con Eclipse no pasaría absolutamente nada. Pero la conozco lo suficiente como para estar segura de que mi hermana le habrá contado a Eclipse la energía mágica que desprenden los astros cuando se colocan de determinadas maneras. Y desde siempre, el hecho de ser el rey o reina de Go permite almacenar y usar esa magia.
-Entonces tenemos que evitar que Eclipse se haga con ese poder a toda costa.
-Exacto. Y según las últimas noticias que tenemos, Eclipse reunió a cientos de jóvenes. Al parecer quiere un nuevo esbirro entre sus filas; y teniendo en cuenta lo que le gusta experimentar con almas…
-¿Almas?
-¿Conoces a Kiv, no? – Siril asintió con malestar al recordar que él era quien le había causado tanto dolor a su prima –. Él es su gran obra maestra. En su cuerpo humano guarda tres almas corrientes y ahora un alma oscura. Eso le llevó un gasto de magia tremendo. Es una suposición, pero como ahora tiene a Shina para prestarle poder, va a aprovecharlo para crear a otro… monstruo.
-Irav, no comprendo por qué Shina va a enseñarle a Eclipse a absorber magia. No entiendo por qué actúa así.
-Es difícil entenderla, pero ella siempre actúa por un motivo concreto, y esta vez nosotros somos ese motivo. Para llegar a Shoz necesita poder, y si se encuentra junto a una persona poderosa eso le resultará más fácil. No creo que Eclipse sea consciente de todo lo que está pasando, está demasiado ciega, y el punto fuerte de Shina siempre ha sido manipular a las personas.
-Es todo demasiado complicado, Irav – musitó Siril, descorazonada ante todo lo que estaba escuchando –. Yo… no sé si me siento preparada para poder seguir con esto.
-Siril – empezó a decirle Shaira, tomándole con delicadeza las manos –, fuiste elegida de entre los más de tres mil candidatos que habíais sido adoptados por Shoz. Creo que eso ya es una buena razón como para creer que puedes con esto y mucho más. Además, esas chicas te necesitan. Guíalas, dentro de dos días a Go, e impedid que Eclipse recoja la magia de las lunas. Cambiad el destino de ese mundo, y de todos los demás. ¿Crees que podrás hacerlo?
Siril permaneció en silencio, con lágrimas a punto de derramarse por su rostro. Después empezó a asentir con lentitud.
-Haré lo que sea necesario para impedir que se hagan con esa magia.
Shaira le pasó el dorso de la mano bajo la barbilla y le sonrió de forma adorable. Estaba segura de que lo haría.


Siril prefirió no contarles nada hasta que pasaron los dos días. Las citó a las tres, sin falta, a las ocho de la tarde en su casa. Les explicó su conversación con Shaira y lo que supuestamente Eclipse y Shina iban a llevar a cabo. Tanto Tary como Ralta se mostraron ansiosas por entrar en acción, pero Furia… Ella se limitó a asentir tras su cortina de pelo y a seguirlas.
Llegaron a un lugar de Go en el que no habían aparecido nunca.
-He intentado que llegáramos cerca de donde Shina haya preparado lo necesario para el ritual de Eclipse – les susurró Siril.
Las cuatro lunas brillaban sobre el cielo – cada una en una fase lunar distinta – describiendo una perfecta línea recta e iluminando una amplia explanada de césped esmeradamente cuidado. Varios metros a lo lejos se vislumbraba la luz procedente de varias antorchas que trazaban una estrella de cinco puntas inscrita en un círculo. Todavía estaban demasiado lejos como para ver que en el centro de la circunferencia estaba sentada Eclipse.

-¿Vas a tardar mucho más? – preguntó Eclipse, inquieta.
Shina llevaba un buen rato pintando sobre su pálida piel cientos de antiguos símbolos del poder. También le había añadido a la estrella de cinco puntas el círculo y varias piedras canalizadoras sobre los vértices del pentágono interno de la estrella. Estaba haciendo todo lo que podía para que Eclipse recogiese mucha más magia que la que recogería una reina de Go corriente.
-Ya está – contestó Shina, satisfecha –. Ahora simplemente relájate y entra en trance. Abre las puertas de tu cuerpo para que la magia de las lunas sea tuya. Llámala.
-¿Así de simple?
-Así de simple. Mantén la concentración en todo momento, yo me encargaré de todo. ¿Confías en mí?
Eclipse cogió aliento.
-Confió en ti.
Shina sonrió, orgullosa, en cuanto vio que los ojos violetas de Eclipse se quedaban blancos, mirando hacia el cielo. Enseguida, los símbolos que había pintado en su cuerpo comenzaron a brillar con un tono azulado. Había empezado su plan maestro. 
Cerró los ojos y dejó que su percepción se extendiera por la explanada hasta localizar lo que estaba esperando. “Ya llegan”, se dijo, sin apenas poder contener la emoción. “Se acercan… Y vienen las cuatro.”
Cuando abrió los ojos ya podía verlas, y como ya había decidido, no les dio tregua. Antes de que pudieran ser conscientes de ello, la energía destructora de Shina voló directa a ellas, como una gran esfera de maldad concentrada. Después de eso, la bruja se sintió cansada, había usado gran parte de la magia de Elehdal en un solo golpe. Pero era un golpe tan potente y repentino que sería suficiente para aniquilarlas en cuestión de segundos.
“Es un poder bien invertido. Ni tan siquiera van a poder acercarse a Eclipse”, pensó, cayendo al suelo de rodillas. Puso las manos sobre el césped y absorbió de él toda la energía que contenía, dejándolo seco y muerto.

Aquella bola amarilla y negra atravesó la noche directa hacia las cuatro chicas, que cuando se percataron de lo que pasaba ya era demasiado tarde como para huir o intentar hacer cualquier defensa. Pero Siril todavía tenía una pequeña esperanza.
Ella era la que ya estaba delante. Ella era la defensa. Estiró los brazos hacia los lados, proyectando una barrera para cubrir a Tary y Furia, que estaban más alejadas de ella. Todo su cuerpo brillaba con un tono plateado que representaba todo el poder que estaba poniendo en juego. No iba a bastar, y Siril lo sabía. Aquella magia era demasiado corrosiva como para poder soportarla. “Y si no logro soportarla…” No quiso pensar en lo que podía pasarles a su prima y las demás. Solo le quedaba una opción.
“Puedo hacerlo. Se lo prometí a Shaira”, se dijo a sí misma para darse fuerzas. Shoz limpiaba los mundos de magia corrupta. “¡Y yo soy parte de Shoz! ¡Voy a limpiar la magia de Shina!”
La esfera mágica impactó contra ella. Nunca en la vida había sentido tanto dolor, recorriéndola de parte a parte, como un torrente de ácido. Purificar aquello… era imposible. Dolía. Dolía mucho. No lo quería dentro de su cuerpo. Intentó sacarlo, pero fue todavía peor. Cuando consiguió sacarlo fuera de ella, desintegrado, Siril ya había gastado toda su energía vital. Se desplomó sobre el suelo boca abajo, muerta.
Tary lo contempló, con la expresión desencajada y sin poderse creer lo que estaba viendo. Todo su cuerpo temblaba, en shock y sin saber cómo actuar. Quiso gritar de rabia, golpear el suelo hasta hacerse daño… pero estaba congelada.
La única que pareció reaccionar ante lo sucedido era Furia, que se precipitó sobre Siril para comprobar si seguía viva. Cuando la tocó, su piel ardía y tenía un horroroso color negruzco. Sintió que los ojos empezaban a escocerle y lágrimas de dolor pugnaban por aflorar.
-Chicas… – suplicó Furia, sin saber muy bien qué hacer.
Pero Tary seguía sin reaccionar y Ralta…
Ralta estaba empezando a emitir una luz cegadora de forma inconsciente. La energía de las lunas le estaba afectando y ella la estaba absorbiendo sin querer. Pero era tanta que no cabía dentro de su cuerpo.
-¡Furia, agáchate! – le gritó Ralta justo cuando un potente rayo de luz brotaba de su cuerpo, en la dirección contraria a la que había seguido la esfera de magia corrupta de Shina.

-¡¿Qué demonios…?! – comenzó a preguntarse Shina, cuando vio aquella luz.
Deberían estar las cuatro muertas, pero el poder de Shoz, el sacrificio del amor por los demás de Siril, había salvado a sus otras tres compañeras. La bruja frunció el ceño, tremendamente molesta. No podía ponerse a combatir en aquellas condiciones. Cualquier error podría hacer que un hechizo alcanzara a Eclipse, y en aquel estado, la reina era extremadamente vulnerable. Debía protegerla a toda costa, y para ello, lo más prudente era llevarla al castillo inmediatamente. Aunque antes tendría que desviar aquel rayo de luz.
Le dolió tener que gastar más magia en aquello, pero era necesario. Después entró en la estrella que había trazado y le puso una mano sobre el hombro a Eclipse.
-Todo va bien. Sigue concentrada – le susurró. Las dos desaparecieron de allí como si nada, dejando la muerte a su paso.

Tary escuchaba las voces de dos amigas muy débiles, como si estuviesen demasiado lejos de ella como para poder escucharlas con nitidez. Estaban preocupadas y se preguntaban si la magia de Shina habría llegado a alcanzarla.  Le habría gustado tranquilizarlas, pero no podía. ¿Qué decir? ¿Qué hacer? Si miraba al frente solo veía el cadáver de su querida prima.
“Es increíble como sufrís los seres humanos por los lazos que desarrolláis hacia otras personas”, le dijo aquella fría voz en su interior. Hacía días que no daba señales de seguir dentro de ella, pero ahí estaba.
“Cállate. No es el momento.”
“Tu prima ha muerto por salvaros… ¡Qué heroico!”
“He dicho que te calles.”
“Sabes que no puedo callarme, solo soy una voz en tu cabeza. ¿Y sabes qué más? – Tary no dijo nada; sabía que aquella voz seguiría hablando sin importarle su opinión –. Ella lo sabía.
“¿Quién sabía qué?”
“Siril. Sabía que iba a morir.”
“No digas idioteces. Si lo supiera no habríamos venido hasta aquí.”
“¡Oh, Tary! Hay tantas cosas que no conoces todavía… Pero pronto te darás cuenta de algo muy importante. Tu mayor enemigo puede ser quien más cerca está de ti.”
“¿Te refieres a ti? Porque eres una molestia.”
“¡Qué grosera! Ya acudirás a mi cuando sientas que todo está perdido. Tengo el poder que necesitas para ser fuerte, y lo sabes.”
“Solo sé que no me dejas en paz”, replicó Tary, temblando de ira. Detestaba de veras aquella voz, siempre tan insoportablemente misteriosa.
Pareció haberse disipado, pero de pronto susurró una última frase:
“Da igual cuanto la mires. Está exactamente igual que cuando la viste. La habías visto morir antes…”
-La vi morir… justo así – musitó Tary.
-¿Qué dices? – le preguntó Ralta.
-Digo que yo ya había visto la muerte de Siril. Fue cuando me torturaron… Os vi morir a todas, cientos de veces y de tantas formas distintas… – musitó Tary, cubriéndose el rostro con las manos y cayendo de rodillas sobre el césped –. ¡No quiero que se cumpla ninguna más!
Después se arrastró por el suelo hasta llegar a su prima y la abrazó, llorando a pleno pulmón. Por fin las lágrimas brotaban de sus ojos. Por fin se exteriorizaba su dolor y era capaz de reaccionar.


Los dos elfos pasaron por los pasillos de Shoz corriendo, buscando a Shaira. Solo se detenían para preguntar a aquellos con quienes se cruzaban  en su camino dónde podía estar la Irav. Muchos de los ancianos les reprendían por alterar de aquella forma la paz de Shoz, pero no tenían tiempo para excusarse. Al final llegaron a la enfermería, donde Shaira y Guna estaban visitando a Atrava y algunos jóvenes alumnos que habían salido heridos de sus prácticas.
Entraron como un vendaval, haciendo que la puerta casi se saliera de su marco.
-Guwass, Serun, ¿qué pasa? – preguntó Atrava.
Shaira no se sorprendió de que supiera que eran ellos sin poder verlos y se acercó a ellos para esperar su respuesta. Guwass se quedó callado y miró hacia otro lado. Le destrozaba ver a Atrava con los ojos vendados. Serun, aunque se encontraba sin aliento, habló.
-Algo grave, Irav. Mirad – dijo sacando de una bolsa de terciopelo una pequeña esfera que parecía de cristal y entregándosela a Shaira.
En cuanto la vio, a Guna se le escapó un quejido. Shaira la sostuvo como si fuera lo más precioso del mundo con delicadeza.
-¿Qué pasa? – insistió Atrava al no escuchar ninguna voz. Solo oía los débiles quejidos de Guna, intentando no llorar.
Serun le contestó en élfico, dándole más detalles de los que le había dado a Shaira. Después la Irav le puso en las manos la esfera de cristal. Atrava la estrechó contra su pecho. Le temblaba el labio inferior, y Serun supo que, de no tener quemados los ojos, su compañera estaría llorando.
-Adios, pequeña.
Tras un solemne silencio, Shaira tomó el control de la situación.
-Guna, organiza ya todo para celebrar que el alma de Siril se ha hecho una con Shoz. Y que vengan las tres Elegidas. Deben estar presentes.
-Estará todo listo en cuestión de minutos, Irav – dijo Guna, recobrando la compostura rápidamente.

Efectivamente, Guna cumplió su palabra, y en menos de media hora había movilizado a todo el mundo para reunirse en el grandísimo salón que ocupaba gran parte de la mitad inferior del edificio central de Shoz. Atrava había insistido en que quería estar presente, así que Guwass y Serun la guiaban entre la multitud, apartando con un gesto a todos aquellos que querían preguntarles por el estado de la elfa.
-Estaré ciega, pero no sorda, ni muda, ni soy estúpida – masculló Atrava en élfico –. Puedo mandarlos yo misma a paseo.
-Es mejor que no lo hagas, o creerán que tienes mal carácter – la reprendió Serun.
-No tengo mal carácter, solo me toca las narices que me vean como a una… no sé. No quiero ser una carga para nadie.
-Si lo prefieres te soltamos las manos para que andes tú sola – dijo Guwass.
-No. Es agradable sentir tu magia. Quiero teneros bien cerca de mí.
Tomaron asiento justo detrás de Shaira, a cuyos lados estaban sentados Ninz y Guna mirándose de reojo. Los cargos más altos también se sentaban cerca de Shaira, mientras que el resto de la gente ocupaba los cientos de asientos restantes.
A la señal de la Irav, seis magos se acercaron al centro de la sala e invocaron a las Elegidas, que cuando aparecieron allí se encontraban confusas y descolocadas.
Tary, que segundos antes estrechaba a su prima en el suelo, ahora abrazaba la nada.
-¡Siril! – gritó al ver que no estaba. Nada parecía estar donde había estado unos segundos antes. Tardó algo en darse cuenta de que ya no estaban en Go.
-Es Shaira – musitó Ralta. No obstante, era la única de las tres que había visto el rostro angelical de la mujer, aunque había sido en aquel sueño que tan lejano se le antojaba.
Al fin pudieron ponerle rostro a la representante de Shoz. Y era verdaderamente encantador, dulce y aniñado gracias a aquellos mofletes. Tary se preguntó cómo podía ser hermana de Shina siendo que eran prácticamente polos opuestos. El vestido blanco que llevaba, con delicados detalles en plateado y negro, se arrastró por el suelo cuando se acercó a ellas. Al parecer aquellos colores dominaban las vestimentas de la gran mayoría de los presentes.
-Bienvenidas, mis amadas Elegidas – las saludó Shaira –. Es un placer poder veros en persona, ya que os he estado observando de cerca. Lo que más siento es que tengamos que vernos por esta razón. Tary, si eres tan amable, ¿podrías entregarme eso que tienes en la mano?
Todas las miradas se quedaron fijas en Tary, que solo en ese instante fue consciente de que, entrelazado en sus dedos, guardaba el talismán de Siril. Extendió la mano y, con un soplo de aire, lo condujo hasta la Irav. Ella lo recogió con cuidado y lo mantuvo suspendido entre sus manos.
-Queridos presentes, estamos todos aquí para presenciar el movimiento del universo. El alma de Siril se unirá a Shoz tras haber estado fuera de él durante un tiempo. Todo forma un ciclo; y tras este paso se restablece el curso de la magia. Con la muerte de la sabiduría, el poder queda redistribuido y fijado para siempre. La tradición queda sellada.
Mientras había ido hablando, el talismán se fundía con el aire, desapareciendo. Pero eso a Tary parecía no llamarle la atención. Todos parecían haber quedado prendados de las palabras de Shaira, pero ella vio algo de lo que nadie más parecía consciente.
-Un momento. ¿Qué mierda está diciendo?
-Tary, calla, por favor – le susurró Ralta, cogiéndola del brazo. Pero Tary no le hizo ni caso, se liberó y dio un paso al frente.
-Me ha parecido entender que están celebrando que Siril haya muerto porque ahora ella ahora se “unirá a Shoz”. ¿Pueden explicarme qué significa eso? – se hizo un incómodo silencio que nadie parecía dispuesto a romper –. Siril sabía que iba a morir, y apuesto a que tú también lo sabías.
-No deberías señalar así a la gente, es de mala educación – musitó Furia, incomodada por la forma en la que Tary estaba señalando a Shaira.
-¡Me importa una mierda lo que sea de buena o mala educación! – gritó Tary –. Lo que de verdad me importa es saber si ellos creían que el destino de Siril era morir. ¿Por qué no nos dijeron nada? Podíamos evitarlo.
-El deber de Siril era protegeros – dijo Shaira, con dulzura –, y murió cumpliendo con su deber. Deberíais entenderlo y estarle agradecidas. Quería que disfrutarais de lo maravillosa que es la vida.
-No puedo entender cómo habla de esto con tanta naturalidad y tranquilidad. ¿Es que no se da cuenta de las cosas tan horribles que dice? La vida no puede ser maravillosa si ocurren cosas así. Y se supone que son ustedes quienes velan porque los mundos estén en paz…
-¿Cuestionas nuestra autoridad? – preguntó con cierta incredulidad Ninz.
“Te lo había dicho, ellos estaban cerca de ti y son tus enemigos. Shoz… ¿A saber cuantas más veces se ha repetido esto a lo largo de la historia?”, intervino la voz dentro de Tary.
-¿Lo habéis sentido, Irav? – preguntó Ninz. Shaira asintió con cierta preocupación –. Dentro de esta chica anida la oscuridad. Y como ya muchos sabéis, hizo un pacto con Shina. No creo que merezca ser una Elegida…
Los murmullos se extendieron entre los presentes. Tary fulminó a Ninz con la mirada, y apretó los puños contra las piernas. Sería tan fácil liberar su poder y estrellar a aquel metomentodo contra la pared.
“¿Y por qué no lo haces?”
“Cállate. Me pones de los nervios.”
-Tary tuvo que pactar con Shina para recuperar su colgante. No vimos que nadie hiciera nada por ayudarla, así que actuó por su cuenta. No veo que tiene eso de malo. Además, esto ya está hablado – dijo Furia, sorprendiendo a todos, incluso a si misma.
-Ahí la chica tiene razón – intervino Koren.
-Da lo mismo. Lo hizo a espaldas de Shoz, y eso debería ser suficiente razón como para echarla de aquí. Eso que tiene dentro es peligroso – protestó Ninz.
Al parecer había bastante gente de estaba de acuerdo con lo que el candidato a Irav decía, a pesar de la mala cara de Guna.
-Muy bien. ¿Es lo que quieres? Pues vale, es todo tuyo – dijo Tary, quitándose el talismán y lanzándoselo a Ninz, con tan buena suerte que le acertó entre ceja y ceja –. No lo necesito para nada.
Estiró el brazo hacia el frente y del suelo comenzó a brotar una columna de tierra alrededor de la cual se enredaba un rosal de flores blancas. Todos contuvieron el aliento, mientras Tary elevaba aquel monumento hasta que le fallaron las fuerzas.
-¿Ya estás contento?
Ninz le contestó con un gruñido. Tary le había hecho daño con el talismán, y no iba a quedarse sin hacer nada. Él también extendió la mano hacia el frente e hizo que un fuego negro prendiera las rosas. Guna se llevó las manos a la boca, consternada ante aquella destrucción.
-Imbécil – siseó Tary. Furia y Ralta la sujetaron por los brazos para contenerla y que no cometiera ninguna imprudencia –. Eso era un regalo para Siril.
-Te vendría bien saber que no eres la única capaz de hacer magia aquí. Solo eres una más, y no eres importante – le dijo Ninz, con frialdad. Supo que había dado hecho daño en cuanto vio la expresión dolorida de las tres chicas.
-Ninz, lárgate – le ordenó Shaira –. Has vuelto a pasarte de la raya.
El hombre alzó una ceja, mostrando su incredulidad ante lo que estaba escuchando.
-¿Te parece que me he pasado defendiendo el rumbo de Shoz? Yo solo hago lo que creo mejor para todos – preguntó Ninz.
-Lárgate – la voz de la Irav no admitía réplica.
Ninz se encogió de hombros y abandonó la sala caminando con la cabeza bien alta. Algunos de los presentes que estaban de su parte y consideraban exagerada la medida de Shaira se marcharon con él. Tras los murmullos que ocasionó su salida, la sala volvió a sumirse en un silencio absoluto y Shaira se acercó hasta las chicas, que ya habían dejado de sujetar a Tary. Quería hablar con ellas en un tono algo más confidencial.
-Tary, creo que puedo entender tu preocupación, pero intenta entendernos tú a nosotros, por favor. Siril fue elegida por el talismán como la persona más afín a vosotras de entre más de tres mil personas de cientos de mundos distintos. Preparamos a todas esas personas para que os enseñaran y os guiaran hasta que aprendierais lo necesario; y os protegieran por encima de todo.
»Todos estaban de acuerdo en ser capaces de entregar su vida por vosotras. Y Siril la que más. Eres su prima. Desgraciadamente, Siril ya había perdido a su madre y no iba a permitirse perderte a ti también. Siril hizo eso por propia voluntad, porque os quería muchísimo.
-Eso ya lo sé – gimoteó Tary –. Pero tengo la sensación de que ya sabía lo que iba a suceder, y aun así…
-No le des más vueltas, pequeña – le dijo Shaira a Tary con dulzura –. Ahora venid, vais a conocer a quienes guardan vuestras Gotas.
-¿Qué guardan nuestras qué? – preguntó Ralta, confusa.
Shaira les hizo un gesto a los elfos, que se acercaron a ellas. Un elfo con una agradable sonrisa que le dibujaba unas graciosas arruguitas alrededor de los ojos, otro más serio y de porte bizarro, y una elfa que llevaba los ojos vendados. Las chicas no supieron cómo reaccionar ante la incapacidad de esta última.
Atrava pareció darse cuenta de eso y les dirigió una sonrisita cálida.
-No os preocupéis por esto – dijo, estirándose una venda –, me valgo perfectamente con mis otros sentidos. Además, me alegro de estar ciega porque esto significó que Tary incrementó su poder.
-Yo…
-Tranquila. Al principio tuve miedo, pero ahora comprendo que era lo que tenía que pasar. Y no puedo ser más feliz.
Guwass miró hacia otro lado. Sabía que era mentira, aunque sonaba muy convincente. Atrava ya les había contado todas las cosas que iba a echar de menos por no poder verlas, y eso le partía su pétreo corazón de soldado.
-Chicas, y especialmente Ralta, ella es Atrava, Guardiana de la Gota de la Luz. Tary, este es Serun. Y Furia, él es Guwass.
Furia tragó saliva. La mirada del elfo era dura e intimidante, y no pudo evitar sentirse amedrentada. Serun se dio cuenta de aquel detalle y no tardó en romper el hielo.
-Sí que tiene cara de malas pulgas, pero tranquila, tiene un buen corazón.
-¡Ja ja! Gracias por el apoyo – masculló Guwass.
-De nada, compañero. ¡Pero es que intimidas a las chiquillas!
-Déjale, es encantador a su manera – añadió Atrava, mediando entre los dos elfos –. Los dos son un encanto, solo hay que cogerles el tranquillo.
Charlaron un rato los siete juntos, olvidando momentáneamente el dolor que sentían por la recientísima pérdida de Siril. Tuvieron algunos instantes divertidos, producto de lo opuestos que eran Guwass y Serun, sin ser conscientes de la conversación que estaba teniendo lugar en la torre de las habitaciones de los altos cargos de Shoz.

Muy cerca de los aposentos de la Irav, Ninz posaba un espejo que guardaba bajo la cama sobre la mesita. “Pronto, esa habitación será la mía”, pensó. Aquella era su única aspiración, y pensaba cumplirla, costara lo que costase – aunque eso supusiera controlar su mal genio. Dibujó sobre la superficie del espejo una sencilla flor de ocho pétalos encerrada en una circunferencia y esperó. Al cabo de unos pocos minutos, la flor se iluminó para luego desaparecer y ser sustituida por el rostro de una mujer.
-Ya creía que ni ibas a hablarme nunca – protestó ella, con voz áspera.
-No encontraba el momento, pero más te vale estar recuperándote rápido porque te juro que no aguanto más a Shaira. Un día de estos la… – Ninz cerró las manos sobre el aire, como si quisiera estrangular a alguien.
-Cálmate un poco. Tú eres muy importante, así que no cometas imprudencias. Necesito más tiempo. Puedo moverme por dentro de un mundo, pero no de uno a otro – le explicó – Absorbo poder poco a poco y mis percepciones mejoran. Pero lo que necesito es recuperar la proyección astral.
-¿Y no podríamos hacerlo sin tu proyección?
-No seas lerdo, Ninz. Es imprescindible. Acabaremos con Shaira, y tú serás el siguiente Irav, y así Shoz estará dominado. Es sencillo – sonrió mostrando sus afilados dientes –. ¿Qué tal mis seguidores?
-Somos más bien pocos… No llegamos a veinte. ¡Y pensar que hace años éramos casi ciento cincuenta!
-No importa la cantidad, sino cuanto se fía Shaira de vosotros. Esta vez llevamos nosotros las de ganar. No tengo ninguna intención de dejar que vuelvan a encerrarme.
-Todavía me parece increíble que pudieras escapar – murmuró Ninz, llevándose la mano a la frente dolorida. Notaba que el golpe con el talismán iba a hacer que le saliera un buen moretón.
-¿Por qué todo el mundo me subestima tanto? – se preguntó Shina, divertida –. ¿Qué te ha pasado en la cara?
-Nada… Supongo que sí que me pasé de la raya con esa chiquilla, Tary, la Elegida del Aire.
-A ella tampoco hay que subestimarla. Es la más poderosa de las tres.
-La verdad es que siento haber creado tanta discordia… Ella parece no confiar del todo en Shoz, no se traga las razones de Shaira.
-¿Hablas en serio?
-Sí. ¿Por qué lo preguntas? – quiso saber Ninz. El rostro de Shina reflejaba claramente que algo se le había pasado por la cabeza.
-Tal vez ella no deba morir, y quiera unirse a nosotros. No obstante, lleva dentro una semilla de oscuridad, ¿no?
Ninz asintió.
-Aunque no tengo ni idea de cómo sabes eso.
-Ha perdido a su tía, a su prima y fue torturada hasta el borde de la locura. Su alma, naturalmente, clama venganza; y eso hace crecer a un alma oscura. O sucumbe a ella y se une a nosotros, o morirá ella solita – Shina se relamió –. Cambiemos de tema. ¿Quién es por ahora el favorito para ser Irav, Guna o tú?
-Todo el mundo sabe que Guna es la niña mimada de Shaira – gruñó Ninz.
-Eso no es excusa. Tú eres mi niño mimado – siseó Shina – ¿Haces algo para ganarte el favor de la gente?
-Creo que ya hago suficiente estudiando… Aunque Guna parece tener tiempo para todo, incluso ayuda a los enfermos. Ahora pasa mucho tiempo con Atrava, la elfa que vigilaba las Gotas y que se quedó ciega cuando le devolviste a Tary su talismán. ¡Ayuda a enfermitos! Que manipuladora… – resopló Ninz.
-Ya sé que debes hacer. Te permitirá quedar como una buena persona interesada por el futuro de Shoz y además seguir mejorando tus estudios – Ninz la miraba expectante –. Pásate por la torre de los alumnos para ser su tutor.
-¡Joder! Sabes que detesto a los críos – refunfuñó él, cruzando los brazos por delante del pecho.
-Piénsalo bien, es una gran idea. Además puedes introducir en sus mentes simplonas ciertos interrogantes para los que Shaira no tiene respuesta, y nosotros sí. Serán mis seguidores potenciales.
-Odio a los críos – insistió Ninz.
-Vale, te lo estaba pidiendo de buenas, pero ahora… ¡o lo haces o en cuanto vuelva a Shoz serás el primero a quien mate! – cuando gritó, las pupilas se le estrecharon tanto que casi desaparecieron, y sus cabellos se agitaron como serpientes furiosas –. ¿Me he expresado con claridad?
-S-sí. Perfectamente, Shina.
-Así me gusta. Sabes que confío en ti, así que no me decepciones. Será mejor que dejemos aquí nuestra conversación; alguien podría detectarla. Cuídate, Ninz.
-Recupérate pronto – le deseó él, todavía temblando de miedo.
Cuando la imagen de Shina desapareció del espejo, se permitió suspirar aliviado. Era mucho mejor tener a la bruja como aliada de buen humor que contradecirla. Con pesadez se levantó y se encaminó hacia la torre de los alumnos para pedir que le asignaran algún grupo. Aquello iba a ser una pesadilla para él. “Odio a los críos”, se repitió, frustrado.

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